Nacionalidad: Mexicana
Grado académico: Médico Veterinario Zootecnista y Maestro en Etología Clínica y Neuroetología
2992-7293
Héctor Orozco-Gregorio
Facultad de Agronomía y Veterinaria, UASLP
Herlinda Bonilla-Jaime
Departamento de Biología de la Reproducción, UAM-I.
Miguel González-Lozano
Centro de Enseñanza, Investigación y Extensión en Producción Porcina, FMVZ-UNAM.
Introducción
Las conductas sociales son parte integral del repertorio conductual de los animales. Estas se presentan a lo largo de la vida de los individuos y son esenciales para la supervivencia grupal e individual de todos los mamíferos. (Trezza et al., 2010). Al respecto, un tipo de conducta social particularmente abundante durante la etapa juvenil (post-destete hasta la pubertad) es la conducta de juego (Vanderschuren et al., 2016), la cual está caracterizada por ser una conducta de naturaleza enérgica y vigorosa, y por contener elementos de conductas agresivas, predatorias y sexuales similares a las observadas en animales adultos, sólo que realizadas de una manera modificada, exagerada y sin ninguna finalidad en específico (Boissy et al., 2007; Held y Spinka, 2011; Vanderschuren et al., 2016).
Todas las especies de mamíferos presentan una distribución de la conducta de juego en forma de U invertida, con frecuencias altas durante el periodo juvenil y con una caída gradual alrededor del inicio de la pubertad (Held y Spinka, 2011; Trezza et al., 2010). Estos picos de expresión conductual coinciden con el periodo principal de desarrollo físico, hormonal y social, sugiriendo que el juego puede modular aspectos dentro del crecimiento y desarrollo (Rauw, 2013). Asimismo, esta conducta es variable a través de las diferentes especies; sin embargo, todos los mamíferos juegan, y la mayoría de ellos lo hacen socialmente. En éste sentido, se considera que el juego está acompañado de sensaciones placenteras y de excitación, así, las emociones positivas que acompañan al juego social contribuyen al bienestar emocional y como tales, son importantes para la salud animal (Vanderschuren et al., 2016) y en animales de producción podrían mejorar también su desempeño reproductivo y productivo
Por lo tanto, el objetivo de esta revisión es describir la conducta de juego en lechones de manera operacional y funcional, así como proponer su uso como un indicador potencial de bienestar en la producción porcina.
Conducta de juego en el cerdo doméstico
El cerdo doméstico (Sus scrofa) es un animal bastante sociable, en donde la conducta de juego al igual que en los demás mamíferos ha demostrado ser sexualmente dimórfica y dependiente de la edad (Martin et al., 2015). Al respecto, en los cerdos se observa un incremento en el juego a partir de la sexta semana de vida para posteriormente disminuir de manera gradual cerca de la semana 14 de edad (Brown et al., 2015). De manera operacional, el juego en los cerdos jóvenes ha sido clasificado en tres tipos: 1) rotatorio, saltando en un lugar rotando sobre su eje al menos en 90 grados; 2) de salto, cuando brincan de arriba hacia abajo en un mismo sitio mirando a la misma dirección; y 3) locomotor, definido como la secuencia de dos o más saltos hacia delante en una rápida sucesión (Held y Spinka, 2011). Sin embargo, los ambientes para la producción porcina, tanto estabulados como al aire libre han impuesto restricciones físicas y conductuales a los animales, exponiendo a los cerdos a diversos eventos estresantes a lo largo de su vida productiva (Martin et al., 2015). Al respecto, se sabe que los cerdos son capaces de percibir señales de sus conespecíficos durante situaciones rutinarias tanto placenteras como estresantes, y que esto corresponde a un fenómeno clasificado como contagio emocional (Reimert et al., 2013).
Las señales por las cuales los cerdos pueden transferir emociones a otros individuos pueden ser auditivas, olfativas o gustativas, más no visuales, ya que la percepción visual en cerdos parece no ser relevante en este tipo de procesamiento emocional, al no estar del todo desarrollada (Amory y Pearce, 2000; Marchant et al., 2001; Zonderland et al., 2008). De esta manera, en animales gregarios como los cerdos no sólo se considera relevante lo que un individuo experimenta, sino también lo que experimentan en conjunto todos los animales alojados en el mismo corral (Reimert et al., 2013).
Diversos eventos como la mezcla inadecuada de lechones durante el destete, son situaciones recurrentes en la producción porcina (Figura 1), y es aquí en donde el juego social suele involucrar peleas para determinar los rangos jerárquicos (Scheffler et al., 2016); este fenómeno puede estar acompañado de aspectos negativos y estrés, en donde la distinción entre las peleas por juego y las peleas verdaderas puede ser confusa para el manejador (Held y Spinka, 2011). No obstante, para establecer rangos sociales duraderos dentro de un grupo, los cerdos forzosamente tendrán que pelear entre ellos, y aproximadamente tres días después del agrupamiento las jerarquías comenzarán a definirse (Scheffler et al., 2016).
Figura 1. Conducta de exploración y juego con elementos de enriquecimiento ambiental durante el destete. Un ambiente enriquecido durante periodos críticos como el destete es un factor determinante para el correcto desempeño productivo de los lechones ya que propicia la estimulación y el desarrollo de conductas sociales propias de la especie.
El juego en lechones es desplegado de manera dependiente al sexo. En el caso de los lechones machos, estos se ven más involucrados en juegos de peleas simuladas y empujones, no así las hembras, quienes realizan más conductas de juego locomotoras y de salto. Este dimorfismo sexual en conductas de juego ha sido descrito en varias especies productivas como los caballos y ovejas, y se ha sugerido que ejerce un papel importante en el establecimiento de relaciones sociales futuras; ya que los cerdos macho tendrán que competir por el acceso a las hembras con al finalidad de aparearse y mantener su éxito reproductivo. Por lo tanto, el aumento en las peleas observadas en la etapa juvenil, apoya la idea de un entrenamiento social y una motivación mayor en machos para iniciar los juegos (Brown et al., 2015).
A la fecha, muy poca información está disponible acerca de la conducta de juego en animales juveniles de producción. Del mismo modo, el juego en cerdos adultos está poco documentado ya que de manera natural es menos frecuente; no obstante su ocurrencia ocasional parece indicar que el animal está lidiando adecuadamente con los eventos adversos a lo largo de su vida productiva. Por ejemplo, es usual observar saltos simples y repetitivos en cerdas domesticas mientras son movilizadas de un corral a otro (Held y Spinka, 2011). Por lo tanto, se considera que el ambiente y los sistemas de producción pueden ser factores determinantes para el correcto desarrollo y despliegue de las conductas de juego social, y su presencia dará pautas para inferir que los individuos cuentan con estrategias funcionales para hacer frente a las situaciones apremiantes.
Funciones de la conducta de juego en el cerdo
Actualmente, existen dos hipótesis acerca de las funciones del juego: la primera está centrada en los beneficios a largo plazo y la segunda en los beneficios inmediatos. No obstante, se asume que el juego principalmente acarrea beneficios a largo plazo como conductas de entrenamiento, sugiriendo que el juego en etapas juveniles, aumentan la eficiencia y competencia de la conducta ?formal? equivalente en la etapa adulta (Held y Spinka, 2011).
Diversos hallazgos experimentales han indicado que los animales juegan únicamente cuando están sanos, libres de peligro, bien alimentados y en un estado de relajación total, más no cuando se encuentran bajo situaciones estresantes que comprometen su salud, como la escasez de alimento, el dolor, y prácticas rutinarias como la castración o el destete (Martin et al., 2015; Mintline et al., 2012; Rauw, 2013; Rushen et al., 2016), (Figura 2).
Figura 2. Factores que motivan e inhiben la conducta de juego. Diversos factores aversivos como el dolor, la competencia por recursos durante el destete o la castración, interfieren en el desarrollo de la conducta de juego, mientras que la ausencia de estos motiva y facilita la aparición de dicha conducta social.
Por lo tanto, se considera que durante las situaciones adversas los animales juegan menos, presumiblemente debido a los costos energéticos altos que el juego implica, con la finalidad de ahorrar energía y usarla en la búsqueda de recursos. De esta manera, debido a que el juego se ve reducido cuando las condiciones ambientales son desafiantes, el uso de esta conducta como un indicador de un bienestar adecuado se está volviendo más común (Mintline et al., 2012).
Conducta de juego como indicador de bienestar en la producción animal
El entender cuándo y cómo los animales experimentan emociones es visto por muchos investigadores como el punto clave para el mejoramiento del bienestar animal. La conducta de juego funciona como una recompensa y por lo mismo está acompañada de un estado emocional placentero. Por lo tanto, las emociones positivas que acompañan al juego social contribuyen al bienestar emocional y como tales, son importantes para la salud animal (Boissy et al., 2007; Held y Spinka, 2011).
De esta manera, y debido a que el juego ayuda a los animales jóvenes a adquirir conocimientos acerca de pautas sociales y las interacciones necesarias para su correcto desarrollo; el estudio de la conducta de juego ha sido sugerido como un indicador potencial para la evaluación del bienestar de los animales (Panksepp, 2011).
Al respecto, de manera tradicional la ciencia del bienestar animal se ha preocupado por satisfacer las necesidades básicas. No obstante, de manera reciente se ha sugerido un cambio en el paradigma del bienestar animal, afirmando que es posible
referirse a un bienestar pobre o a un bienestar positivo; reconociendo que en todo momento el bienestar recae en un continuo entre experiencias negativas y positivas, incluyendo ideas acerca de si el animal quiere o desea alguna situación en particular, sus aspectos motivacionales y la evaluación de emociones positivas (Ohl et al., 2012; Yeates y Main, 2008).
De tal forma, es preciso considerar que el bienestar no es simplemente la ausencia de situaciones negativas, sino también la presencia de elementos positivos. Por lo que es mejor asegurar las conductas sugerentes de placer y motivación en lugar de enfocarse en conductas que representen necesidades que deban ser llenadas para evitar el sufrimiento, lo que definitivamente genera un desafío para el concepto de bienestar animal actual (Boissy et al., 2007; Désiré et al., 2002).
Conclusiones
Como se ha mencionado, los cerdos son animales particularmente sociables. Al respecto, una de las conductas primordiales para establecer jerarquías y vínculos en etapas tempranas, es la conducta de juego. Debido a esto, es de vital importancia que los sistemas de producción actuales permitan la correcta expresión de las conductas sociales de los cerdos, particularmente en etapas altamente estresantes como la maternidad y la lactancia, esto con la finalidad de reducir el impacto de los estresores sobre el desempeño futuro de los lechones.
Además, el uso de las conductas sociales de los lechones como posibles indicadores de bienestar animal sugiere una intervención mínima, al no ser prácticas de tipo invasivas que puedan causar alteraciones en el desarrollo de los animales, al mismo tiempo que resultan ser fáciles en su aplicación e interpretación.
Por lo tanto, la presencia o ausencia del juego en lechones lactantes y destetados puede ser usada como un indicador puntual para evidenciar problemas en los sistemas de producción. En donde la presencia de la motivación para jugar puede indicar un estado de bienestar positivo, por lo cual se considera que las necesidades básicas de los lechones se encontrarán previamente cubiertas.
De ésta manera, la conducta de juego parece tener el potencial para determinar condiciones desafiantes en las cuales el bienestar de los lechones puede verse comprometido, al mismo tiempo que puede ser útil para evaluar las situaciones favorables, las cuales pueden inducir emociones y bienestar positivos, asegurando la salud de los animales.
Referencias bibliográficas
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