Nacionalidad: Mexicana
Grado académico: Médico Veterinario Zootecnista
2992-7293
INTRODUCCIÓN
La sustentabilidad tiene como objetivo alcanzar una interacción armoniosa entre los ecosistemas (ambiente), la sociedad y la economía, para preservar la vida en el planeta a través de las generaciones; y a pesar de que estos componentes o dimensiones de la sustentabilidad (ambiental, social y económica) actúan con dinámica propia y a simple vista ?independiente?, no pueden ser concebidos ni explicados separados uno del otro ya que cada componente interactúa con los otros (Figura 1) a lo largo del tiempo (González-de Molina, 2011). Un claro ejemplo de estas interacciones son los sistemas de producción agropecuaria, en donde las decisiones tomadas para un componente tienen consecuencias positivas o negativas sobre los otros componentes; lo anterior se ilustra brevemente en el siguiente ejemplo: Si en una producción de bovinos de carne en pastoreo se decide practicar un pastoreo rotacional intensivo, con buen rendimiento económico y baja afectación a los recursos forrajeros, habrá simultáneamente beneficio económico y ambiental; así, mayores ingresos en las unidades de producción asegurarán fuentes de trabajo y por tanto mejorará la calidad de vida.
Las decisiones tomadas en una producción agropecuaria encaminadas a mejorar alguno de los componentes mencionados anteriormente, y como consecuencia la armonía entre estos, se llaman acciones de desarrollo sustentable (Pope et al., 2004). Para saber, de manera objetiva, si estas acciones tienen un beneficio o un perjuicio, sobre la producción y los componentes de la sustentabilidad, deben ser evaluadas a través de herramientas metodológicas de análisis de la sustentabilidad (Masera et al., 2000). Estas herramientas ayudan a analizar las dimensiones social, económica y ambiental de un sistema de producción (Pope et al., 2004) con la finalidad de encontrar puntos críticos donde se puedan aplicar mejoras; esto es muy útil ya que ayuda a tomar decisiones para aplicar alguna acción de desarrollo sustentable que genere un cambio positivo la cual también debe ser evaluada (Masera et al., 2000) para saber si su aplicación tuvo efectos positivos o negativos y en qué proporción. Estas evaluaciones se hacen a través de Marcos de Evaluación de la Sustentabilidad.
MARCOS PARA LA EVALUACIÓN DE LA SUSTENTABILIDAD
Los marcos o herramientas para la evaluación de la sustentabilidad (MES) en el sector agropecuario son diversos, pero en este artículo sólo se explicarán cuatro, por ser en los que se han realizado evaluaciones enfocadas a la producción animal en México. Estos son: Análisis de Ciclo de Vida (ACV), Marco para la Evaluación de Sistemas de Manejo de recursos naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad (MESMIS), Evaluación de la Sostenibilidad para la Agricultura y la Alimentación (SAFA) e Indicadores de la Sostenibilidad de Explotaciones Agrícolas (IDEA), los cuales se han utilizado para evaluar la sustentabilidad de sistemas de producción de leche y carne en México.
Análisis de Ciclo de Vida (ACV). Es el único método que está estandarizado para su uso en cualquier sector productivo y para cualquier región del mundo (ISO14040), tiene la ventaja de incluir los efectos de todos los insumos, servicios y procesos involucrados usados en un producto, de una forma objetiva y con un equivalente de impacto estandarizado de acuerdo a las emisiones que se generen (Brown et al., 1987), o sea que evalúa todas las cargas ambientales al agua, suelo o aire (IHOBE, 2009, Roy et al., 2009). Por ser un proceso de evaluación tan escrupuloso en todos los insumos y servicios, también se puede usar para conocer la intensidad de uso de insumos finitos como agua, suelo, combustibles fósiles, etc. Por ejemplo, si se desea saber el potencial de contaminación con relación al aire, como es la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que genera la producción de un litro de leche envasada (Figura 2), no solo se consideran los eructos de las vacas lecheras, sino que se incluyen las emisiones desde la obtención de recursos, su transformación y producción de alimento y forraje para las vacas, la industrialización de la leche hasta la disposición final de los residuos que genera este producto (como los envases vacíos) o los procesos en toda la cadena, los combustibles para transportación, el estiércol o la quema de pastizales, si lleva a cabo esa práctica (IHOBE, 2009). Así, una vez que se calculan todas las emisiones de GEI en cada punto, estas emisiones se transforman en unidades estándar (en este caso, equivalentes de CO2) que permite su comparación con cualquier otro producto. Por ejemplo, las emisiones de GEI generadas por la producción de un litro de leche se pueden comparar con la producción de carne, huevo u hortalizas (Roy et al., 2009). También sería fácil detectar en qué parte de la producción y distribución de un litro de leche se requiere optimizar los recursos para reducir las emisiones. Esta estandarización de las unidades, con las que se miden las emisiones, es una de las ventajas mayores porque da la posibilidad de hacer comparaciones dentro y fuera de la cadena de producción en una forma muy objetiva, lo que permite tener menor incertidumbre acerca de los puntos de oportunidad para optimizar recursos y reducir emisiones. Esto claramente se ilustra en la evaluación de Cederberg & Mattsson (2000) en donde compararon una unidad de producción convencional de leche contra una orgánica, en el estudio encontraron los puntos críticos de cada producción, la causa de cada uno y la forma en que pueden mejorarse para reducir la emisión de contaminantes y a su vez hacer más eficiente la producción. Como este hay muchos estudios que han evaluado diferentes sistemas de producción o sistemas similares con manejos zootécnicos diferentes y en cada uno de ellos se busca identificar los puntos en los que se puede mejorar el sistema para reducir las emisiones de contaminantes. Uno de ellos es el que Olea et al. realizaron en 2009, donde compararon cuatro formas de producción intensiva de cerdos, incluso con objetivos y condiciones totalmente diferentes, pues dos fueron para México (producción intensiva y semiintensiva) y dos para Inglaterra (producción intensiva y orgánica); debido a la estandarización de las unidades fueron fácilmente comparables. Detectando puntos específicos de mejora en cada uno de los sistemas y resaltando la importancia del manejo de las excretas en las granjas mexicanas. Para la utilización de este MES se debe conocer con mucha precisión todo el proceso productivo, esto facilita que se pueda hacer una evaluación económica completa (Olea, 2010) y construyendo indicadores sociales para cada eslabón de la cadena de producción también podría evaluarse la dimensión social. Sin embargo, las normativas del ACV han sido desarrolladas con énfasis en la evaluación del impacto ambiental y no se considera como una herramienta que por sí misma integre la evaluación de todas las dimensiones de sustentabilidad.
Marco para la Evaluación de Sistemas de Manejo de recursos naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad (MESMIS). A diferencia del ACV, este marco, sí considera las tres dimensiones de la sustentabilidad desde un principio y lo hace a través de indicadores que se pueden adaptar a diversas condiciones. Por ejemplo, si se desea aplicar MESMIS para evaluar un sistema de producción de bovinos de carne en pastoreo, se definen no solo la forma de producción de los animales, sino también las características sociales inmersas en este modo de producción (p.ej. personal, salarios, prestaciones) y se identifican las vulnerabilidades del sistema (p.ej. carga animal y calidad del forraje) y sus puntos fuertes (p.ej. diversidad forrajera). Con estos elementos se construyen los indicadores a evaluar. El resultado final de la evaluación es la elección de estrategias de corrección, las cuales deben entrar a un nuevo proceso de evaluación tras su aplicación para hacer un ciclo virtuoso. Siguiendo con el ejemplo, si durante la evaluación se detectó que había riesgo de erosión y pérdida de productividad asociada a sobrepastoreo, entonces se podría tomar como medida correctiva mejorar las prácticas de pastoreo (rotación de potreros, tiempo de recuperación de cultivos, etc.) y podría evaluarse después en un nuevo ciclo productivo. Teniendo en cuenta lo anterior, MESMIS, determina que siempre deben evaluarse al menos dos sistemas de forma simultánea o el mismo sistema con un lapso entre evaluaciones; esto es muy importante ya que los resultados se emiten de forma comparativa, es decir, dictamina si un sistema agropecuario es más o menos sustentable que el otro (Masera et al., 2000; Astier et al., 2008). MESMIS tiene gran utilidad para la toma de decisiones sobre acciones encaminadas a reducir las debilidades de los sistemas de producción. Una desventaja al ser tan amplio y diverso, es que la elección y evaluación de los indicadores están sujetas al criterio y experiencia del evaluador y la evaluación de ambos sistemas de preferencia deben realizarse por la misma persona, para aumentar la objetividad y disminuir la incertidumbre de los resultados. Sin embargo, por ser tan amplio y diverso, es común que un solo evaluador no pueda contar con experiencia tan amplia como para evaluar objetivamente todos los indicadores y frecuentemente se cae en ponderaciones subjetivas basadas en la poca o mucha experiencia del evaluador, por lo que se requeriría tener un equipo de expertos para aumentar la objetividad, sin correr el riesgo de aumentar la incertidumbre en los resultados. Sin embargo, su utilidad es palpable para tomar decisiones sobre acciones encaminadas a reducir las debilidades de los sistemas de producción. Un ejemplo del alcance y aplicabilidad está muy claro en el trabajo de Silva (2016), donde aplicó la metodología de MESMIS para comparar el efecto de tres diferentes sistemas de pastoreo en trópico mexicano (pastizal, silvopastoril y con forrajes nativos). En el estudio se usaron 19 diferentes indicadores para evaluar cuatro dimensiones de sustentabilidad (ambiental, bienestar animal, económica y social); resultando en la detección de las principales fortalezas y debilidades para cada sistema de pastoreo, lo que facilitó la consideración no solo del ambiente sino también de la integración de los otros factores, como el bienestar animal que se favorece en los sistemas de vegetación más diversa (Silvopastoril y con vegetación nativa) , beneficios que con las otras metodologías no había sido detectados.
Evaluación de la sostenibilidad para la agricultura y la alimentación (SAFA; por sus siglas en inglés: Sustainability Assessment for Food and Agriculture systems)
SAFA se parece mucho a MESMIS; sin embargo, evalúa una dimensión más, la institucional o ?gobernanza? (Spangenberg, 2004; FAO, 2014a). La gobernanza une a las tres dimensiones para fijar un objetivo de mejora; básicamente esta dimensión adicional se refiere a las políticas o leyes generadas por los gobiernos o las reglas internas de la empresa que se deben seguir en materias relacionadas con el desarrollo sustentable (Spangenberg, 2004). La forma de evaluación de esta metodología también es a través de indicadores, pero a diferencia de MESMIS, SAFA cuenta con una lista de 118 indicadores y establece la forma de calificarlos, con cinco criterios que van desde muy bueno hasta inaceptable (FAO, 2013), pero no se determina la forma de evaluarlos, lo cual queda a criterio y experiencia de la persona responsable de la evaluación (FAO, 2014a; FAO, 2014b). A favor tiene, que se puede hace uso de la guía de indicadores proporcionada por FAO (FAO, 2014a) para realizar la colecta de información y determinar los métodos de evaluación. También existe un software libre que facilita la asignación de calificaciones de los indicadores (SAFA tool; FAO, 2014b). Sin embargo, al igual que MESMIS, SAFA adolece de objetividad en la ponderación de los indicadores que se evalúan y la variabilidad por efecto de la experiencia del evaluador puede ser alta.
Un ejemplo del uso de SAFA es la evaluación que Pérez-Lombardini (2017) hace en México con ganadería tropical en pastoreo, para identificar sinergias entre criterios de sustentabilidad con diferentes sistemas de pastoreo (monocultivo, silvopastoriles intensivos o con forrajes nativos). En este estudio, no fue posible encontrar diferencias entre los sistemas de pastoreo, pero como la propia bondad de la metodología lo refiere, sí se encontraron puntos de oportunidad de mejora para cada unidad evaluada.
Indicadores de la Sustentabilidad de Explotaciones Agrícolas (IDEA, por sus siglas en francés: Indicateur de Durabilité des Exploitations Agricoles)
IDEA al igual que SAFA, establece todos los indicadores a evaluar y la forma de calificarlos, pero a diferencia de MESMIS y SAFA, IDEA define la forma de evaluación. El método IDEA consta de 42 indicadores y cuenta con una guía donde describe el alcance de cada indicador, la forma y criterios de evaluación, los cuales describen características deseadas de cada uno y argumentos para la toma de decisiones y la asignación de calificaciones para cada indicador. Al concluir la evaluación cada dimensión puede obtener una calificación de la sustentabilidad de 0 a 100 puntos (Vilain, 2008). Sin embargo, la ponderación y guía para establecer los criterios está construida para sistemas franceses de producción agropecuaria, donde pueden diferir las prácticas y manejos estándares con respecto a los de México. Sin embargo, esto no limita su beneficio cuando se ha aplicado y adaptado en nuestro país. Al respecto Prospero-Bernal et al. (2017), usaron IDEA como herramienta para evaluar establos lecheros a pequeña escala en la región templada de México, y tras una primera evaluación, detectaron como punto de oportunidad la modificación de las estrategias de alimentación en esos establos. Previo a la segunda evaluación con IDEA, ellos propusieron como mejora dos alternativas de alimentación (pastoreo directo o corte de forraje y estabulación). Donde, encontraron que cuando en las unidades de producción (UP) se usaron las estrategias de alimentación que les permitieron asegurar una fuente constante de forraje (ensilaje y pastoreo continuo) tuvieron una mejor evaluación tras su implementación, que al proporcionar el alimento en pesebre. Pero la mejoría no fue solo en la productividad del establo, sino que, integrando la evaluación de todas las dimensiones, también fue mejor la diversidad local, el desarrollo ético y humano, y la independencia económica en las UP que alimentaron por pastoreo al ganado.
CONCLUSIONES
La evaluación de la sustentabilidad de los sistemas agropecuarios es muy útil, ya que permite obtener una visión amplia de la calidad del sistema con respecto a sus relaciones con el ambiente, el mercado y la sociedad de forma simultánea. Permite, además, identificar procesos dentro de la unidad de producción o de la cadena productiva que pueden mejorase a través de la implementación de acciones específicas detectadas por la aplicación de diversas herramientas (Olea, 2010; Silva, 2016, Pérez-Lombardini, 2017 y Prospero-Bernal eta l., 2017).
A pesar de esta amplia gama de herramientas, la evaluación de la sustentabilidad no es una tarea fácil debido a que, la sustentabilidad es relativa, multidimensional, compleja y dinámica, además tiene muchas formas de evaluación, cada una de ellas con ventajas y desventajas y en prácticamente todos las metodologías, la exactitud de los resultados depende de la habilidad, experiencia y conocimientos del evaluador ya sea para escoger los indicadores adecuados o seleccionar la forma de evaluarlos. Incluso, el elegir la herramienta a utilizar depende de estos mismos factores; sin embargo, no se trata de decidir qué metodología es mejor, sino cuál de ellas revelará de mejor forma las ventajas y desventajas que cada unidad o sistema de producción tiene y de acuerdo con los objetivos del trabajo a realizar.
LITERATURA CITADA
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